miércoles, 29 de noviembre de 2006

En la playa, mis penas... mis pecados



Mi marido me engaña. Lo noté la semana pasada, cuando le pedí que fuéramos al supermercado, y me dijo que pasaría por mí a las 20.30, luego que saliera del trabajo. Pero, jamás llegó. Me llamó y me dijo que, se quedaría trabajando hasta tarde; que había olvidado enviar una serie de informes a Gerencia, que la secretaria de don Claudio estaba enferma y él con la ayuda de otra colega, estaban haciendo su trabajo, que se habían sumado una serie de proyecto que tenía que revisar para firmarlos mañana y una serie de cosas que no le permitieron llegar a la hora acordada. Entonces, le dije que no importaba: “amor, podemos ir mañana”.
Eran las 19 horas del siguiente día y yo me preparaba para esperar a mi marido. Lo llamé a eso de las 20, y le dije: “Joaquín, amor, voy a estar esperándote en la salida del condominio, para que no tengas que entrar el auto ¿bueno?” entonces él me dice que lo espere en la casa, que tiene que dejar unos documentos y que después de eso van al Supermercado.
Uno, como mujer enamorada, no sospecha. Pero, conozco a Joaquín, no es así; jamás me dejaría plantada y veo que sus intenciones nuevamente eran dejarme esperando eternamente.
Tomé mi cartera, llamé a mi hermana para que viniera a ver un rato a Adolfo, mi hijo menor, y me fui a la Oficina. Pregunté por Joaquín y me dijeron que se había ido hace un rato con Marcela, su colega y amiga. Esa mujer con la que comparte la mayor parte de su tiempo en la oficina. No sabría explicar la cara de rabia que tenía, sentí mis pómulos calientes y un nudo gigante en la garganta. Le di las gracias a la Secretaria de don Claudio, que por lo demás, estaba en excelentes condiciones.
Me di un par de vueltas estúpidas por el centro, y sumergida en la rabia me fui a la playa.
Cuando llegué, me senté en la arena, miré con tristeza el horizonte y traté de no pensar en mis hijos-era lo que más me apenaba de la situación-ni en lo que había hecho mal para que Joaquín hiciera esto. Me sentí como una adolescente manipulada por su novio, lloré amargamente, quizás como nunca lo había hecho. Me dieron las 23 horas en la playa, decidí irme; tenía unas 13 llamadas perdidas en el celular; todas de mi hermana.
Cuando llegué a mi casa, mi hermana estaba molesta, pero vio mi cara y su ceño fruncido desapareció. Preferí guardarme todo y no contarle lo que me pasaba. Me acosté y me dormí profundamente. A la mañana siguiente, cuando desperté, Joaquín ya había ido a supermercado, y estaba preparando el desayuno para todos en la casa. En los pies de mi cama había un ramo de Flores con una pequeña tarjeta que decía “te amo”. Dejé las rosas en el velador, me puse la bata y me levanté. Tomé un café, tomé las llaves del auto y salí. Joaquín salió en pijamas a perseguirme, pero yo ya estaba muy lejos. Me fui a la playa… Cuando me bajé del auto, me di cuenta que, como ni siquiera me había cambiado el pijama, estaba sin documentos y rogué al cielo que cuando volviera a casa, no me pillaran los carabineros. Pero, para colmos, el día fue- como dirían mis amigas- “PEOR”; regresé a mi casa con un parte por cincuenta mil pesos.
Al día siguiente Joaquín me preguntó que qué me había pasado, por qué me comportaba así, ¿acaso no piensas en tus hijos? Me dijo. Escuché sus gritos unos minutos y después sentí como la puerta se cerraba; ya se había ido a trabajar.
Mi cuerpo, parecía levitar, y mi alma como que pertenecía a una atmósfera infernal; de esas que no te dejan respirar. No vivía en el planeta tierra.
Esa noche le dije a Joaquín que saldría con mis amigas, él entendió. Se dio cuenta que yo no estaba bien, que aunque yo no quería contarle qué me pasaba, me dijo con voz tranquila- Ve, necesitas un espacio para ti, diviértete – Pero, jamás salí con mis amigas.
Me subí al auto y comencé un viaje que parecía eterno y sin rumbo. Me bajé fuera de un Bar de mala muerte que ubicaba, entré y pedí un trago, luego otro y de pronto se acerca un hombre; parecía menor que yo. Vestía tan normal que a mis ojos hubiera pasado desapercibido, pero; usaba el mismo perfume que mi Joaquín. Me habló y no pesqué sus preguntas, estaba tan ebria que no podía distinguir ni su voz, ni sus palabras, menos su rostro. Me invitó a un trago y extrañamente, eso le entendí muy bien. Acepto y le doy las gracias. Me vino una angustia, de esas que provoca el alcohol en la sangre, en el alma, en el corazón. Lloré y él me abrazó. Quité sus grades brazos de encima mío y dejé un billete en la barra, salí-apenas caminaba-y sentí una mano grande que tomaba mi cintura. Era él, el del perfume. Le besé el cuello, y recordé mi noche de bodas. Le besé la mejilla y él me tomó fuerte, con ambas manos, me abrazó como nadie lo había hecho. Lo besé en los labios y él; no se opuso.
Nos subimos al auto, y lo dejé en su casa. Le dejé mi número, le dije que si me llamaba, que fuera tarde. Se bajó y cuando ya había medio pasado el efecto del alcohol pude distinguir su rostro. Era moreno, de nariz grande, dientes perfectos, labios pequeños… de aspecto joven.
Me sentí como una adolescente, vengando su integridad ¿qué podía decirme Joaquín de esto? Aj!! En qué estoy pensando, no voy a contarle.
Ayer, me llamó. Pero, no sentí nada, más que el deseo que invitarle a mi casa, y que Joaquín nos viera; haciendo… quizás qué cosas. Quedamos de juntarnos por la tarde, ya que en la noche Joaquín había invitado a cenar a sus padres y yo a los míos. Esperaríamos las 00 horas, se venía mi cumpleaños número 35.
Apenas vi al muchacho le pregunté su nombre; “Esteban”, me dijo y subió al auto. Le pregunté a donde íbamos y me dijo “que sea el destino quien escoja por nosotros”, asi que nos fuimos lejos de la ciudad y llegamos a la playa.
No sentía nada; ni esos deseos asquerosos de besarlo. Sólo me agradaba la idea de saber que, le estaba pagando con la misma moneda a Joaquín. De pronto, suena mi celular; era Joaquín. Me dice que llegará tarde, y que no podrá preparar el cerdo con piñas que le gusta a mi mamá, que si lo podía empezar a preparar yo. Con voz sarcástica le dije: no te preocupes, prepara otra cosa. Y le colgué.
Fue una tarde incómoda. Esteban era un niño, que sabía besar. Pero, aunque apenas lo conocía, comenzaba a agradarme la idea de verlo.
Dejé a Esteban en su casa y me fui a buscar a mis papás. Estaban esperándome. Nos fuimos rápido y al rato llegó Joaquín. Tenía olor a Esteban. Lo besé en la mejilla y me puse el delantal para empezar a cocinar.
Hoy, estoy de cumpleaños y Joaquín, no ha dado ni señales de humo. Me parece que se fue atrasado a trabajar. Es lunes y todos los lunes hay reunión, le descontarán sin dudas el atraso. No sé porqué, esa situación me causa gracia; quisiera que tantas cosas malas le pasaran. Me levanté, dejé a Adolfo en el jardín y salí a tomarme un café con mis amigas. Les dije que Joaquín era un desgraciado; no se acordó de mi cumpleaños, se la pasa trabajando en la oficina con esa Marcela, y me miente cada vez que puede. Me engaña.
Mis amigas, saltaron a defenderlo, pero tenía tanta rabia que me hice la desentendida y apurada y me fui. Me dio rabia escuchar sus estúpidas palabras ¿Cómo dudaban de mi testimonio? Joaquín no es así. No puede mentirme, porque no sabe mentir.
Voy a llamar a Esteban, le diré q nos encontremos en el bar.
Apenas lo vi, lo besé como nunca. Me sentí tan protegida con sus brazos en mi cintura, lo miré a los ojos y le dije que haría con él lo que la primavera hace con los cerezos. Llamé a Joaquín y le pregunté si estaría en casa: y me dijo: Amor, llegaré tarde, tengo cosas que hacer aquí en la ofi. ¿¿Todavía estás con las “brujas” ??. Le dije que SI, entonces me dijo que disfrutara la tarde, que llevara a la noche a las chicas a cenar a la casa.
Con Esteban nos dieron las 20 horas. Me fui con él rumbo a mi casa, llamé a Joaquín y me dijo que aún estaba en la Oficina que llegaría en la madrugada, quizás. Llegué al condominio y estaban todas las luces de mi casa apagadas, los niños no habían llegado, mi papá había quedado de recogerlos-es normal que demore- pensé. Le dije a Esteban que me esperara, abrí el portón, entramos en el auto, nos bajamos, abrí la puerta. La casa estaba como caliente y olía a jugo de carne, cerdo piña, una mezcla inexplicable de olores exquisitos. Besé a Esteban en los labios, le quité la chaqueta, prendí la luz y estaban todos mis amigos y familiares. Joaquín sale de la cocina con un gorro de cumpleaños en su cabeza y con una torta de mil hojas en sus manos, cantaba alegre el “cumpleaños Feliz”, mientras el público miraba asombrado. Al lado de Esteban, estaba Marcela, que pegaba una guirnalda que se había despegado cuando pasó Joaquín al lado de ella.
Me había sentido estúpida todos esos días, odiando a Marcela, a Joaquín, a mis amigas… Pero, esto fue lo peor. Definitivamente este lunes ha sido el peor de mi vida. A Joaquín se le cayó la torta, se dio media vuelta, pasó por al lado mío y subió al segundo piso. Lloré amargamente, y le grité a Esteban que se fuera. Me arrodillé y sentí como la gente se iba. Pero, Marcela se acercó y me abrazó. Me dijo ¿en qué pensabas? No tuve palabras. Joaquín me mentía por ésto- pensé- pero no podía sacar ninguna palabra, emitir ningún sonido. La angustia era tal, que el dolor en el pecho era como que algo me carcomía desde dentro.
Me acosté en el sofá, pero desperté en mi cama. Joaquín no estaba, pero su olor estaba impregnado en las sábanas. Me puse a llorar, me miré al espejo. Joaquín no llevó a los niños al Colegio. Entré al baño y había una nota que decía: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” Mi marido me ama.

La Frescura con nombre de Mujer:





Lisette era una muchacha de 20 años, linda, hermosa de cabellos castaño. Tenia una vida como cualquiera muchacha universitaria que se divertía.

Tranquila caminaba por los pasillos de la universidad. Y aunque su vida social no era de la mejor, ella no se hacía problema ya que tenia su novio a cual adoraba. Después de todo, no necesitaba a nadie más en el mundo que él. Por eso, llevaban dos años y medio de amor incondicional el uno al otro.

Un día, Lisette apurada se le queda un libro de historia en una sala de la universidad. Rápidamente corre a buscarlo, suponiendo donde podría estar. En el camino, se encuentra con un montón de niños, ella los observa pero solo se queda mirando a uno solo, perpleja. Así, empezó a sentir cosas que nunca había experimentado antes ,una corriente caliente que pasaba por todo su cuerpo.

Se extrañó de ella misma, pues hace dos años y medio que no miraba a un hombre de esa forma. Tomó el libro y salió rápidamente de la sala; se dio cuenta que estaba roja como una langosta recién hervida y muy nerviosa siguió su camino. Andrea, que era su única amiga, su confidencial, se dio cuenta inmediatamente del cambio de ánimo de Lisette. Le preguntó que pasaba y ella le contó todo lo que había pasado. Lisette se sintía culpable como si en ese mismo instante le había sido infiel a Alejandro.

Al día siguiente ella no pudo quitar de su imagen a ese bello hombre anónimo que la había dejado anonadada. Extrañada hasta de las misma sensaciones de su cuerpo, se había dado cuenta que ni con Alejandro en esos dos años le había pasado algo parecido. Nunca tuvieron un mal pololeo. Nunca tuvieron problemas grandes; ni sentimental, ni de cama. Se podría decir que eran una pareja 100% feliz, pero al darse cuenta que podía sentir mucho más cosas y con otro hombre, le quedó la sensación de querer algo mas...

Era la semana de la carrera de Lisette, y estaba convencida de ir, en parte porque fue persuadida por sus compañeras. Ya habían averiguado quien era el muchacho misterioso del cual ella suspira toda la noche, y sabían que iba asistir a ese gran carrete. Lisette sabía que si lo tiene enfrente de sus ojos no sabría que hacer; su cuerpo en ese momento a lo mejor no respondería o a lo mejor se lanzaría a sus brazos olvidando todo tipo de compromiso que tiene.


Eran las 3 de la madrugada, la hora más “hot” de la noche y no había pasado nada, pues no estaba él. Con gran desilusión decide marcharse, dejando sola a sus amigas que estaban de lo más divertidas, muy apenada por no poder verlo. Muy triste y aburrida, sale con la cabeza agacha.

Alejandro ya la había llamado tres veces para saber de ella. A la tercera ocasión, enojada le responde que está bien y que se irá tarde del carrete, desquitándose con él por no haber visto a este muchacho misterioso. De repente choca con este muchacho guapo, alto, grande, de cuerpo tonificado, su hombre perfecto. Muy avergonzada, porque lo había mojado con el trago que llevaba en manos, él le sonríe y le dice que no se preocupe. Sin embargo, le pide que lo acompañe al baño para limpiarse, y ella sin reparo acepta como si lo conociera desde siempre.

En el baño no aguantó más. Lisette lo agarró de un brazo y lo tiró contra la pared. Lo besó con ganas, como si estuviera saboreando el chocolate más dulce, sintiendo muchos deseos, deseos de toda una vida. Él, como todo hombre, no paró y siguió el juego que Lisette había comenzado. La tomó de las manos, dejándola contra la pared, cambiando los roles de mando y acariciándola hasta el ultimo cabello. Con sus gruesas y grandes manos toca todo su cuerpo. Ella no aguanta, pues siente que le tiemblan las piernas, en ese instante él le dice que se vayan juntos porque no quiere parar esta sensación de sentir el calor que bota por los poros.

Sin pensarlo y sin ningún remordimiento del amor de Alejandro se fuga con este amor pasajero. porque ella sabe que es así: una locura de noche que no podrá parar. Así que sin luchar contra su destino se fuga con él en su auto y llegan a la playa más bella que podría a ver en esta ciudad escondida para todo el mundo, como si fuera hecha para todos los amantes que no tienen donde ir, el lugar mas romántico.


Una vez que detiene el motor del auto, automáticamente se juntan sus labios y cuerpos como si no tuvieran más tiempo sobre la arena botan esa pasión. Sintiéndose el ruido de la playa, como si el paisaje orquestara a propósito el ambiente ocultando los besos de los amantes para que nadie lo escuchar, esa noche Lisette no midió las consecuencias, y llevando su pasión, empezó a despojarse de sus prenda por prenda, para entregarse por entero al amor de la noche oscura...

jueves, 23 de noviembre de 2006

Bienvenidos a nuestros Blogg
Nos presentamos, somos...
Fernanda, Natalia y este es nuestro espacio para expresar y publicar nuestros más íntimos relatos... Verídicos.
Visítanooos...